29 nov 2011

Comentario de Texto para el alumnado de 1º Bachillerato C

¿Sabéis que estamos en crisis...? ¿Crisis? ¿Qué crisis? Como nos han dado el toque con el gasto en fotocopias, vamos a probar otra manera para trabajar con los documentos.Y dado que también parecía haber problemas técnicos para bajarse los documentos desde el blog, os pongo directamente los textos del siguiente comentario aquí. Deberéis entregar las actividades sobre tales textos el viernes, 2 de diciembre de 2011.


IES “LA FUENSANTA
Filosofía y Ciudadanía   - Comentario de Texto nº 2 (Tema 3) - 

Léete los textos y, a continuación, realiza las siguientes actividades:

TEXTO 1

En las sociedades ricas y seguras cada vez soportamos menos el dolor. En primer lugar, el dolor físico. De lo cual, en líneas generales, me congratulo, porque es una consecuencia del avance médico y técnico, y porque no creo que uno deba sufrir en su carne si puede evitarlo. Aun así, lo cierto es que nos estamos convirtiendo en unos seres blandengues y quejicas. Por ejemplo, durante toda la historia de la Humanidad, y hasta hace muy poco (en algunos países aún es así), la gente se sacaba las muelas a lo vivo, cosa que de sólo pensarla me produce vahídos. Y, sin embargo, nuestros antepasados lo aguantaban. No añoro ni por asomo esos tiempos rudos y épicos, pero lo cierto es que nuestra actual dependencia de todo tipo de analgésicos y anestesias nos ha hecho probablemente más felices, pero también físicamente más débiles y más menesterosos.

Pero lo que encuentro verdaderamente preocupante e incluso peligroso es nuestra falta de resistencia ante el dolor vital. Qué digo dolor, ni siquiera eso: hoy en día no soportamos ni el más pequeño malestar. Aturdidos, envenenados y engañados por la imagen del mundo que nos ofrecen las películas, los programas de televisión y, sobre todo, la publicidad, tendemos a creer que la vida es una fiesta permanente llena de familias felices correteando con sus preciosos perros por campos primaverales, de amores que no acaban nunca, de ejecutivos con trabajos apasionantes e importantísimos, de cocinas impecables en las que las amas de casa (todas ellas guapas y vivaces) se lo pasan bomba, de una cotidianidad siempre triunfal. ¡Pero si hasta limpiar una pila llena de cacharros grasientos parece ser un auténtico jolgorio! Y cuando algún anuncio refleja un malestar, un dolor de cabeza, un comienzo de gripe, enseguida, tras la correspondiente medicina, la felicidad vuelve a estallar en un paroxismo jubiloso.

El concepto actual de la felicidad es relativamente moderno. Durante la Edad Media, por ejemplo, la gente vivía instalada en lo contrario, en la aceptación del dolor como único destino, en el llanto perpetuo de la pérdida del Paraíso y el entendimiento de este mundo como valle de lágrimas. Hasta el siglo XII, el modelo imperante de la existencia humana era el santo Job, que se lamía las llagas y se revolcaba en el estiércol, aceptando mansamente descomunales pesadumbres. Pero después, a medida que se fue desarrollando la conciencia individual, los humanos fuimos aspirando más y más a conseguir el gozo en este mundo. En el siglo XVIII, explosivo y revolucionario, se escribieron numerosos Discursos sobre la Felicidad que ya planteaban el tema en términos modernos: “No me puedo creer que haya venido a este mundo para ser desdichada”, decía Madame du Châtelet. Es una afirmación plenamente contemporánea y un logro en el desarrollo del ser humano.

Pero una cosa es aspirar a ser feliz y saber que tienes derecho a ello, y otra esta ramplona obligatoriedad de la dicha perpetua. Hoy la gente no soporta la más mínima inquietud o pesadumbre. O bien nos aturdimos compulsivamente para no sentir y no pensar, o bien nos espantamos y nos creemos deprimidos o en crisis. Pero el problema es que la existencia es siempre crítica, siempre inestable, siempre irregular. No es posible vivir sin altibajos, sin miedos, sin frustraciones, sin penas, sin dolor, sin desasosiego. No se puede vivir sin cosechar fracasos. Luego, claro está, también existen los momentos perfectos, los triunfos, las risas, los diversos amores, toda esa belleza que seremos más capaces de apreciar si aceptamos, precisamente, la cuota de malestar. Porque la vida es muy hermosa, pero duele.”
 Rosa Montero, “Elogio del maletar”, El País Semanal, 5-6-2005.

TEXTO 2

“El Universo, tal como existe, tiene muchos inconvenientes y desventajas: no se puede vivir eternamente, no se puede obtener algo a cambio de nada; no se puede jugar con cuchillos sin cortarse, no siempre se gana, etc.
Naturalmente, cualquier cosa que prometa eliminar estos inconvenientes y desventajas será creída con avidez. Los inconvenientes siguen existiendo, por supuesto, pero ¿qué importa?

Por tomar el inconveniente más grande, más universal y más ineludible, consideremos la muerte. Díganle a la gente que la muerte no existe y lo creerán y sollozarán de gratitud ante la buena nueva. Tomen un censo y vean cuántos seres humanos creen en la vida después de la muerte, en el paraíso, en las doctrinas espiritualistas, en la transmigración de las almas. Estoy muy seguro que encontrarán una abrumadora mayoría que trata de sortear la muerte creyendo que no existe a través de una estrategia u otra.

Sin embargo, por lo que sé, no existe ninguna evidencia que ofrezca alguna esperanza de que la muerte no es otra cosa que la disolución permanente de la personalidad y que más allá no hay nada en lo que atañe a la conciencia individual. Si quieren rebatirlo, presenten pruebas. Pero debo advertirles que hay ciertos argumentos que no aceptaré:

No aceptaré argumentos de autoridad. (“La Biblia lo dice así”).
No aceptaré el argumento de la convicción interna. (“Tengo fe en que es así”).
No aceptaré argumentos de ataque personal. (“¿Qué es usted, un ateo?”).
No aceptaré el argumento de la irrelevancia. (“¿Piensa que ha sido puesto en la Tierra para existir sólo un instante de tiempo?”).
No aceptaré argumentos anecdóticos. ("Mi prima tiene una amiga que acudió a un médium y habló con el marido muerto”).

Y cuando se elimina todo eso y otras variedades de pruebas falsas, ¿qué nos queda? Pues no queda nada. Entonces, ¿por qué cree la gente? Porque el deseo masivo de creer crea una presión social que es difícil de enfrentar. Pero, ante todo, porque quiere.

Rebelarse contra un poderoso establishment político, religioso o social es muy peligroso y pocas personas se atreven a hacerlo, pero rebelarse contra el establishment científico es lo más fácil del mundo y cualquiera puede hacerlo y sentirse muy valiente sin arriesgar un pelo.

Así, la gran mayoría que cree en
la Astrología y piensa que los planetas no tienen mejor ocupación que formar un código para anunciar a cada cual si el día de mañana es propicio o no para los negocios, se excita y entusiasma más con el fraude cuando un grupo de astrónomos lo denuncia”.
"Luces en el cielo", Isaac Asimov.

ACTIVIDADES

1ª/  Explica el contenido del texto de Rosa Montero.
( 1,50 puntos )

2ª/  Explica el contenido del texto de Isaac Asimov.
( 1,50 puntos )

3ª/  Pon un título a cada uno de los textos.
(1 punto)

4ª/  Explica qué afirmaciones hace Rosa Montero acerca del dolor físico y del dolor vital a lo largo de su artículo.
( 2 puntos )

5ª/  Explica cómo interpreta Asimov el hecho de la muerte y las críticas que realiza a todos aquellos que defienden la existencia de otra vida.
( 1 punto )

6ª/  Explica cuáles son los dos conceptos sobre la felicidad a los que alude Rosa Montero.
( 2 puntos )

7ª/  Expón  y desarrolla, de manera justificada, tu opinión personal sobre lo expuesto por los autores en ambos textos.
( 1 punto )

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